Lo primero que hará el visitante antes de entrar en Pedraza
será contemplar el pueblo a cierta distancia para admirar la imponente silueta
del perímetro amurallado.
Después de
entrar por la única puerta del recinto, dejará el coche en el aparcamiento del
castillo para recorrer las estrechas callejuelas medievales de la ciudad,
deteniéndose a observar las hermosas
mansiones nobiliarias que las flanquean.
Pedraza, historia medieval en cada rincón
Aunque existen vestigios arqueológicos que documentan la
presencia de asentamientos humanos celtibéricos en el emplazamiento actual del Castillo, la ciudad tal como se conoce
la actualidad tuvo su origen en la Edad
Media.
En el siglo XI, cuando se consolidó la frontera entre
Castilla y Al-Andalus, Alfonso VI repobló las tierras fronterizas arrebatadas a
los musulmanes ofreciendo un estatus privilegiado a los colonos. Estos pudieron
organizarse en comunidades que no dependían de señor alguno, reclutaban tropas
y administraban justicia.
Pedraza fue la
capital de la Comunidad de la Villa y Tierra de Pedraza, un territorio que
en la actualidad comprende 18 municipios.
En el siglo XIV, Juan II concedió la vi castillo a García
González de Herrera, la última de cuyas descendientes, doña Blanca, caso en el
siglo XV con un miembro de la poderosa familia de los Velasco, llevando como
dote al matrimonio el dominio de Pedraza.
A partir de este momento, la ciudad vivió una época de esplendor
económico y urbanístico; varios miembros de la familia Velasco,
tradicionalmente Condestables de Castilla, se instalaron en la ciudad,
atrayendo tras de sí a otros miembros de la nobleza castellana.
La posibilidad de llevar a pacer a los grandes rebaños de ovejas merinas en los pastos
comunales llevo también a numerosos ganaderos, los grandes potentados
castellanos de la época, a establecer su residencia en Pedraza.
La producción de lana fue la base de una industria textil
primaria que llegó a contar con numerosos Batanes en la ciudad que surtían de
materia prima los talleres de confección flamencos. A partir del siglo XVIII,
el sector ovino castellano entró en una decadencia de la que ya no iba a
recuperarse.
Esta conjunción de
aristocracia y gran burguesía propició la construcción de numerosas
mansiones señoriales repartidas por todo el recinto amurallado.
Paradas obligadas en Pedraza
Como se ha señalado, la ciudad está contenida en una muralla
con una sola puerta y se estructura urbanísticamente alrededor de un eje que va
de la puerta de entrada al recinto hasta el castillo, pasando por la Plaza de Santa María. Algo excéntrica
respecto a este eje queda la Plaza Mayor. La muralla cuenta con torres de defensa, todas cuadradas
menos una octogonal que lleva el escudo de armas de los Velasco y está fechada
en 1501.
El castillo está situado sobre un promontorio rocoso en un
extremo del pueblo, separado de este por un foso defensivo excavado en la roca.
Se trata de un edificio del siglo XIII, de estilo gótico, restaurado en el
siglo XV por don Pedro De Velasco. En el interior de su muralla hay un segundo
recinto con la torre de homenaje, la
residencia de los Velasco.
El castillo fue comprado por el pintor Ignacio de Zuloaga y
en la actualidad es propiedad de sus descendientes, que lo han convertido en un
museo dedicado a la obra del pintor.
La hermosa Plaza
Mayor, con hermosos soportales, parece haber detenido el tiempo. Como
antaño, allí se celebran los encierros y las corridas de las fiestas
patronales, así como los conciertos al aire libre del ciclo musical los
Conciertos de las Velas.
En la plaza se encuentra la iglesia de San Juan, un edificio
románico, con una sobria torre cuadrada. El visitante avisado buscar el
estrecho pasadizo pasadizo junto a la torre para llegar a la plazuela posterior
y contemplar el bonito ábside.
Un castillo con leyenda
Corría el siglo XIII; Elvira y Roberto se amaban desde
niños. Sin embargo, el señor del castillo de Pedraza, Sancho Ridaura, prendado
de la belleza de la joven, la obligo a casarse con él, lo que motivó que
Roberto, desesperado, ingresar en un convento.
Años más tarde, falleció el capellán del castillo y Sancho
pidió uno nuevo a la jerarquía. Por una broma del destino, el elegido fue
Roberto. El Conde partió a participar en la batalla de las Navas de Tolosa, la
llama volvió a prenderse entre los dos enamorados, solos en el castillo.
Enterado Sancho a su regreso, durante el banquete de
celebración de su victoria hizo coronar a Roberto con una corona de hierro candente.
Elvira, horrorizada, huyó a la torre y se clavó una daga en el corazón.
Sigue leyendo un nuevo post de viajes en Viajero Turismo: El Mont Saint Michel en Francia
No hay comentarios:
Publicar un comentario