Copenhague, una visita deliciosa en verano

Copenhague, capital de Dinamarca


A perar de todos sus encantos, sus calles medievales, sus torres con tejados de cobre, sus esbeltos habitantes y sus infraestructuras sin fallos, Copenhague es ciudad de extremos. Según la estación, la capital se transforma en dos lugares diferentes.
En verano, cuando brilla el sol, los daneses se despojan de todo hasta quedarse en su rubio esencial, y salen en hordas al exterior para absorber el preciado calor. La música y la cerveza Carlsberg llenan las calles y las flores abundan en todas partes. Hasta altas horas de la noche, la luz de la penumbra, de un azul plateado, dibuja y define a los nativos bebiendo, recorriendo locales, bailando, jugando y en general disfrutando de su envidiable alto nivel de vida.

En invierno, los mismos ciudadanos adquieren una palidez de tiza. Encerrados herméticamente en impermeables de goma, pedalean valientemente contra una densa cortina de lluvia gris. Es la época en que hay que quedarse en casa, en torno a la luz de las velas, una botella de vino o un perolo de café, con los amigos, la familia y los hobbies. Durante esos meses de espesa oscuridad, hasta la gente de Groenlandia dice que su cortante aire ártico es más soportable que el frío húmedo de Dinamarca.


Copenhague, capital de Dinamarca


Afortunadamente, algunos de los atributos de Copenhague se mantienen positivos a pesar del vaivén estacional. Decididamente socialdemócratas, su millón y medio de habitantes se sitúa entre los más tolerantes de Europa: en el ayuntamiento se celebran bodas de parejas gay, el gobierno paga a los padres para que pasen tiempo con sus hijos y en la ciudad libre de Christiania, el hachís se fuma más o menos abiertamente. Los daneses se incluyen entre los miembros más ricos y prósperos de la Unión Europea y, en consecuencia, están divididos acerca de si su pertenencia va a mejorar su situación o a empeorarla.

Aunque son los más "latinos" de los escandinavos, los daneses, como los suecos y los noruegos, están orgullosos de lo moderado de su lenguaje, sus reacciones y su política. El peor de sus pecados es pensar demasiado en sí mismos, aunque, por suerte, especialmente entre los jóvenes, esta actitud está cambiando.
Copenhague es fácil de explorar. Alquilar una bicicleta (las bicicletas municipales, gratis, aunque un tanto deterioradas, se encuentran por todas partes) y darse una vuelta como los nativos resulta recomendable. Lejos de los enormes almacenes y de las lujosas tiendas de la principal calle peatonal, Strøget, las calles pequeñas de los alrededores están llenas de tiendas pequeñas y nada convencionales de ropa, preciosos cafés y elegantes comercios de muebles, atiborrados de modernos diseños daneses.

Y aunque en la actualidad es Nørrebro el sitio de la movida para estudiantes y jóvenes por su gran variedad de cafés, restaurantes y bares, los daneses de aquí adoran sus instituciones culturales, los jardines de Tivoli, la gliptoteca Ny Carlsberg, el Museo Louisiana de Arte Moderno, y hasta la Sirenita.

Los jardines de Tivoli en Copenhague

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