Amsterdam, "la Venecia del norte" y mucho más

Es la más abierta del norte, la más jocosa. La encarnación de un mundo antiprejuicios encajado entre esclusas.

Convencido de la necesidad de alcanzar el máximo grado de libertad y desechar así todo tipo de prejuicios, a Robert Jasper Grootveld se le ocurrió un día agujerearse la cabeza con un punzón "para tener la mente más abierta". Aquella filosofía de los sesenta, cuando en Amsterdam proliferaban las ideas libertarias y grupos como los provos, los kabouters y los hippies protagonizaban ejemplos de inconformismo, todavía se puede respirar en las calles de esta ciudad. Gay y lesbianas, negros y árabes, viejos hippies y nuevos jabbers saben que en Amsterdam, paraíso de la tolerancia con cerca de 700.000 habitantes, el único límite que existe es el de no perjudicar a los demás. De la convivencia pacífica de calvinistas, anabaptistas y católicos durante los siglos XVI y XVII perdura la rigidez calvinista —casi nada está ilegalizado— y la necesidad de aprender a respetar los gustos de los otros: casi todo está tolerado.

Sólo así se pueden entender la existencia del Barrio Rojo, los centenares de coffeeshops, las tiendas de drogas naturales, los insospechados temas que se guardan en sus museos, el público heterogéneo de los cafés y bares y las decoraciones más vanguardistas en primorosos edificios del siglo XVIII.
De esos gloriosos tiempos de la edad de oro quedan excelentes muestras de arte y toda una joya urbanística, limpia y magníficamente conservada, y de sus orígenes comerciantes, el pragmatismo que lleva a sus habitantes, a pesar de las inclemencias de la climatología, a moverse en bicicleta para evitar atascos, aparcar y lograr moverse así más rápido.
De su continua lucha contra el agua marina que la amenaza guarda una telaraña primorosamente tejida de canales, puentes, esclusas, pasajes y calles en la que uno queda inevitablemente prendado y atrapado.
Y por todo lo que ha absorbido a lo largo de siete siglos de historia se explica que Amsterdam haya inspirado sobrenombres tan dispares como la Venecia del Norte, la Gomorra del continente y últimamente ése de la ciberciudad de Europa por su gran vida cibernética.