El visitante tendrá la sensación de estar haciendo un viaje en el tiempo. Todo el casco
antiguo de la ciudad evoca el pasado: sus estrechas calles empedradas con
cantos rodados, las coquetas plazuelas, las murallas a orillas del mar, acentuando todavía más lo escarpado de
sus acantilados.
Peñiscola está situada en una
península rocosa unidad tierra firme por un tómbolo de unos 200 metros de
longitud. Hasta la construcción del puerto y de diferentes edificios sobre el
mismo, este no era más que una estrecha lengua de arena periódicamente cubierta
por el mar, que convertía la ciudad en
una isla ceñida por sus murallas, una auténtica fortaleza inexpugnable.
A ello contribuye también la presencia de manantiales de
agua potable, gracias a lo cual, en caso de asedio, los defensores podían
resistir indefinidamente.
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Hay constancia de ocupación humana en los alrededores de
Peñíscola desde la prehistoria. Los yacimientos
arqueológicos de él Els Barrancs documentan la presencia de una población
de ilercavones, una etnia íbera, y de su relación comercial con comerciantes
fenicios.
Como en tantos lugares de la costa mediterránea Ibérica,
pasaron por allí cartagineses, griegos y romanos.
Peñiscola puerto griego con el nombre de Jersónesos (península en griego), puerto
romano con el nombre de Peñíscola derivado del latín paeninsula y puerto musulmán con el nombre de Baníscula.
Desde allí realizaban los sarracenos incursiones piratas
contra las costas del reino de Aragón.
Finalmente conquistada por Jaime I en 1233, fue incorporada al reino de Aragón. Tras ser moneda de cambio en diferentes ocasiones, en 1294 la ciudad pasó a manos de la Orden del Temple, que convirtió la antigua alcazaba árabe en el castillo-convento que podemos contemplar en la actualidad.
Finalmente conquistada por Jaime I en 1233, fue incorporada al reino de Aragón. Tras ser moneda de cambio en diferentes ocasiones, en 1294 la ciudad pasó a manos de la Orden del Temple, que convirtió la antigua alcazaba árabe en el castillo-convento que podemos contemplar en la actualidad.
El castillo de Peñiscola
El castillo fue construido entre
1294 y 1307 en el más puro estilo
templario, tomando como modelo el castillo de Miravet.
Presenta un gran patio de armas alrededor del cual se
distribuía el cuerpo de guardia, las dependencias policiales, entre ellas los
salones del Comendador y del Cónclave, la Basílica y una terraza mirador que en
principio debía ser el dormitorio de los templarios, si bien no llegó a
construirse.
En efecto, la disolución de la Orden en 1312 interrumpió
las obras, que ya no fueron proseguidas según el mismo proyecto por la Orden de
Montesa a quien correspondió el castillo.
En el siglo XV, el Papa
Luna hizo notables reformas, especialmente la torre donde estableció su
residencia-biblioteca, y las escaleras talladas en la roca para acceder
directamente al mar.
En el siglo XVI, Felipe II decidió fortificar la ciudad
para protegerla de los piratas berberiscos, en una época en que los turcos y
sus aliados amenazaban la preeminencia cristiana en el Mediterráneo. Encargó
las obras a su arquitecto militar, Giovanni Bautista Antonelli, que construyó
las imponentes murallas que ciñen la ciudad, con sus peculiares garitas
esquineras, desde el parque de artillería hasta el baluarte de Santa María.
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El conjunto de murallas
y Castillo fue dañado considerablemente durante las guerras de sucesión
1700-1714 y de independencia 1808-1814. En la actualidad, el Parque de
Artillería ha sido convertido en jardín botánico con especies de la Sierra de
Irta, en una bonita combinación con arquitectura militar original.
Otros monumentos de visitas recomendadas en la iglesia parroquial de Santa María, un
hermoso templo gótico del siglo XV con elementos anteriores de estilo románico,
como la portada y la iglesia de Santa
María la Ermitana, erigida en el siglo XVIII a los pies del castillo, de
estilo barroco valenciano, que alberga en su interior la imagen de la patrona
de la ciudad que, según la tradición, fue llevada allí por Santiago Apóstol en persona.
El Papa Luna
En un momento de terribles tensiones en la iglesia, Pedro
Martínez de Luna, el Papa Luna, conspiró en todas las cortes europeas,
cambiando de bando tantas veces como le convino.
Nombrado Papa en Avignon en 1378, no fue reconocido por la
curia romana, que eligió a su vez a Inocencio VII. Como solución de compromiso,
se intentó la elección de un nuevo papá neutral, Alejandro V, con lo que
iglesia se encontró con tres papas al tiempo.
Finalmente, Inocencio III y Juan XXIII, el sucesor de
Alejandro, decidieron abdicar en el Concilio de Constanza en 1414, pero Luna se
negó a ello. Abandonado por sus partidarios se retiró a Peñiscola, donde residió hasta su muerte.
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