Devoradores de calzado, los adoquines de Praga conducen nuestros pasos por callejuelas retorcidas y melancólicas que desvelan poco a poco el halo de misterio que cubre a la ciudad más mágica del corazón de Europa. A diferencia de Kafka, somos viajeros privilegiados: libres de toda sensación de asedio, podemos admirar la monumental y siempre alegre plaza de la Ciudad Vieja que, con sus edificios color pastel y su majestuosa iglesia de Nuestra Señora de T´yn, cautiva con una atmósfera incomparable.
Cuna de Golem, homúnculo gigantesco de arcilla creado por el rabino Low, el Barrio Judío custodia secretos y leyendas, mientras que la iglesia de San Nicolás impresiona con su aplastante decoración barroca.
Praga, con casi dos millones de habitantes, debe recorrerse despacio, con calma, para no privarnos —entre la masa de palacios de esplendor austrohúngaro— de las delicias de románticos rincones e inolvidables jardines que pasarían inadvertidos a un visitante apresurado.
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Hechizados por su hermosura y su exquisita cerveza, se rindieron a sus pies genios como Bee-thoven, Humboldt o Wagner, pero se dice que su mayor admirador fue Mozart, que compuso una sinfonía en honor a la "madre de las ciudades". La plaza de San Venceslao, copada por tiendas, cines, restaurantes, bares, cafeterías y bancos, es la principal arteria de la ciudad. Y nos muestra la faz de una capital moderna que a pasos agigantados se acerca a los estándares occidentales. En su parte superior está la escultura ecuestre del patrono de los checos, san Venceslao, punto de encuentro por excelencia, allí donde se dan cita todos los que quieren encontrarse en Praga.
Sólo después de visitar la parroquia del Niño Jesús de Praga, con la famosa estatuilla originaria de España y el puente de Carlos, galería de arte al aire libre y agradable lugar de paseos, podemos entregarnos a los brazos del mítico castillo. Y nos quitará el aliento: con la catedral de San Vito, la callejuela del Oro, antiguo centro mundial de la alquimia, los Jardines Reales, la Galería Nacional de Arte…. y mucho más.
Ocupada en el siglo pasado por nazis y comunistas, Praga nunca ha sido derrotada. Porque, según dicen sus habitantes, la protege un velo mágico, el de su posición aventajada en el corazón de Europa, en ese gran cruce de caminos culturales del continente.
Siempre fue lugar privilegiado en el centro de Europa, ciudad obligada de visita y admiración. Praga se va occidentalizando con rapidez, pero conserva su encanto. Ésta es una de sus caras.
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