Parece como si la cordillera Cantábrica que, con sus ganas
de asomarse al mar apenas deja una estrecha franja costera para agricultura
hubiera expulsado a los habitantes de Ondárroa al océano.
Se trata de una población marinera por excelencia, la pesca
es allí más que un trabajo, más que una forma de ganarse la vida: es la vida
misma.
La población está situada al fondo de una amplia bahía,
sobre los antiguos arenales en la orilla izquierda del rio Artibai, que forma
en su desembocadura una pequeña ría. Rio y mar confunden sus aguas al ritmo de
las mareas para que hasta el agua dulce sea marinera en Ondárroa.
El núcleo primitivo de la población estaba situado entre el
Puente viejo y la iglesia de Santa María. Dicho puente, que había sustituido en
el siglo XVIII la vieja construcción de madera medieval, fue destruido por una
riada en 1985 y reconstruido reproduciendo el original perdido.
Ha tenido gran importancia en la vida ondarresa. En efecto,
desde la Edad Media, suponía una apreciable fuente de ingresos, pues Alfonso XI
(1311-1350) concedió a la villa la explotación del puente, con derecho a cobrar
peaje a los transeúntes, y por los animales y las mercancías que transportaran.
Además, permitía a los ondarreses el acceso a la única fuente del pueblo,
situada en la otra orilla del rio. A su alrededor se fue formando el puerto
fluvial primitivo.
La villa cuenta además con otros dos puentes. El peatonal, o
Perrotxiko, construido en 1927, es una estructura metálica giratoria, de modo
que permite el paso de los barcos atracados en la ría. Hasta la construcción
del moderno puente de Calatrava, era la única vía de acceso directa desde el
paseo a la playa y hasta hace poco tiempo había que pagar peaje para cruzarlo.
El puente más moderno de la ciudad es el Itsas Aurre,
construido por Calatrava, con el diseño típico del famoso arquitecto-ingeniero.
Enmarca las casas del pueblo entre sus dos columnas, creando un bellísimo
contraste entre modernismo y tradición.
El caso viejo de Ondárroa está formado por tres calles en
abanico, Goiko, Ipar y handi, que bajan hacia el rio hasta confluir en el
vértice, la plaza y la iglesia de Santa María. Este templo de estilo gótico
tardío fue construido en el último tercio del siglo XV, aunque sufrió reformas
en los siglos XVII y XIX.
Tienes tres naves de la misma altura y está cubierto con un
tejado a dos aguas. Es característico el
grupo de esculturas de estilo borgoñón sobre uno de sus muros, los kortxeleko-mamus, que representan a una
serie de los personajes de una corte medieval, uno de los cuales, llamo
Leokadi, es el protector de los ondarreses.
Destaca en la fachada una cenefa con decoraciones florales y
animales y, sobre ésta, una crestería con motivos geométricos. Las gárgolas que
coronan sus muros representan animales.
No se trata, del templo más antiguo de la ciudad, el honor
recae en la iglesia de la Virgen de Antigua, del siglo XI, aunque reformada en
el siglo XVIII y con un campanario del siglo XIX.
En 1793, la ciudad sufrió un pavoroso incendio a manos del
ejército francés en el marco de la guerra de la Convención. Las llamas acabaron
con la mayoría de los edificios ondarreses. La torre Likona fue uno de los
pocos que se salvaron de las llamas. Se trata de una torre fortaleza urbana del
siglo XV, típicamente vasca.
Sus fachadas presentan gran diversidad para poder adaptarse
a los desniveles del terreno. Perteneció a la linajuda familia Likona y en ella
nació la madre de san Ignacio, miembro de la misma.
Como no podía ser menos en un pueblo volcado desde siempre
en la actividad pesquera, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad es
la Cofradía de Pescadores de Santa Clara, construida a principios del siglo XX.
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