La Alberca fue la primera población esencialmente rural en
ser declarada conjunto histórico
artístico. El viajero que busque ella catedrales monumentales o grandes
palacios no los va a encontrar. Sí hallara, por el contrario, un conglomerado
de bonitas casas que parecen
engastadas las unas con las otras.
Arquitectura típica de La Alberca
Estas viviendas de 3 pisos están estructuradas mediante
entramados sobre una base de granito, tienen grandes balconadas de madera corridas, artesonados, y la característica de
qué, a medida que se sube, cada piso sobresale algo respecto a la anterior, de
manera que los grandes aleros de los tejados, imprescindibles para protegerse
de la inclemencia del clima, llegan casi a tocarse de lado a lado de las laberínticas callejuelas empedradas.
Se trata de una magnífica muestra de arquitectura popular de
Peña de Francia, en un conjunto urbano que se mantiene intacto desde la Edad
Media.
El pueblo entero respira
religiosidad. Así como hay pueblos castellanos o navarros repletos de
grandes casonas con escudos que proclaman el rancio abolengo de las familias
que los habitan, en la Alberca los dinteles de las casas están rematados con
motivos o sentencias religiosas.
Hay quien ha querido ver en esta costumbre un indicio de que
el pueblo estuvo repoblado, después de la Reconquista, por colonos conversos
que querían proclamar así su adhesión incondicional al nuevo credo.
Una tradición que corrobora esta teoría es la rifa del marrano, qué se celebra desde
el siglo XVI en el día de San Antonio, seguido por una degustación de productos
porcinos; en efecto, demostrar públicamente gusto por el cerdo era también una
costumbre de los conversos, que escenificaba así su repudio a la antigua
religión.
En cualquier caso, la Alberca ha mantenido una profunda
devoción que se refleja en numerosas tradiciones, como la de la Moza de Animas, la Loa, o la fiesta del Cristo, en recuerdo de un
milagro del Cristo de La Alberca que sudo sangre frente a una peregrina que
oraba frente a él.
Mención aparte merece la Virgen de la Peña de Francia, llamada también la morenita por su
color oscuro; en 1434, un francés llamado Simón vela halló en una gruta cercana
al pueblo una talla de la Virgen. En el mismo lugar se elevó un santuario que
pronto se convirtió en punto de devoción de los peregrinos que se dirigían a
Santiago desde el sur, por la llamada Vía de la Plata. Cada 8 de septiembre se celebra una romería
muy concurrida para venerar a la imagen.
Cómo reflejan las pinturas rupestres del Neolítico
repartidas por los riscos graníticos de sus alrededores, la comarca ya estaba
habitada en tiempos prehistóricos.
No hay vestigios arqueológicos que documenten si la Alberca
era ya un núcleo urbano en época Romana, pero si se han encontrado sillares
visigodos reutilizados en la construcción de la ermita de Majadas Viejas.
De la ocupación árabe que dan el topónimo, de la palabra
hebrea bereka, precedida por el
artículo árabe al, y algunas
tradiciones gastronómicas.
La comarca fue repoblada en los siglos XII y XIII con
colonos procedentes de Francia, lo que explica la proliferación de topónimos
franceses en el territorio. Dicha repoblación se debió a la intervención de
Raimundo de Borgoña, el marido de doña Urraca, la hija del monarca Alfonso VI,
en el marco de la tradicional política matrimonial de la casa real de León, que
los emparentaba con las casas reales de Borgoña y Aquitania.
La Moza de Animas
Cada día, al anochecer, una mujer recorre las calles de La
Alberca, a veces acompañada por alguna compañera. Se detiene en cada esquina y
tañe por tres veces una esquila. A continuación, pronuncia una plegaria por las ánimas del purgatorio
y sigue su camino hasta la siguiente
esquina. Es la Moza de Animas.
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