De turismo por Dublin

Los pubs sirven de punto de encuentro entre las antiguas tradiciones y las nuevas tendencias en esta ciudad de artistas.

De turismo por Dublin en Irlanda

Dublin está  moda. Después de siglos de ocupación y escasez, ha despertado a la europeización y lo ha hecho a lo grande. Los pubs, que nunca faltaron, están ahora más llenos, y por todos sitios han ido apareciendo restaurantes y tiendas. La vida cultural se manifiesta a través de música en directo a diario, salas de teatro y cine a rebosar y un bullicioso barrio en el centro de la ciudad, Temple Bar, donde se concentra toda esta actividad.

The Temple Bar en Dublin - Irlanda

La ciudad del Ulises de Joyce, otrora acostumbrada a la emigración masiva de sus habitantes, ve ahora con sorpresa cómo el mestizaje racial y cultural se apodera de sus calles, causado tanto por la bonanza económica como por una corriente de estudiantes europeos atraídos por su ambiente bohemio y juerguista.
Y es que es difícil hablar de Dublín sin mencionar su tradición literaria y su relación con el alcohol. Ambos personificados en escritores tan famosos como James Joyce, W. B. Yeats, George Bernard Shaw y Oscar Wilde, quienes buscaban la inspiración en los pubs de la ciudad. Tres premios Nobel vivieron aquí, Shaw, Yeats y Samuel Beckett, así como el poeta Seamus Heaney —en vida—, galardonado con el Nobel en 1995.
Además de buenos escritores, los dublineses tienen una relación privilegiada con la música. Acostumbrados a echarse a cantar a la menor ocasión, no es de extrañar la cantidad de músicos que pueblan sus calles.

Dublin

Para conocer esta pintoresca ciudad donde casi todo está a tiro de piedra es recomendable pasear y mezclarse con su gente en mercados como el de fruta en Moore Street, donde las avispadas vendedoras, con su marcado acento dublinés, se divierten poniendo a prueba el inglés de los turistas.

Muy cerca de allí, el río Liffey surca Dublín y son sus aguas y sus puentes los que le proporcionan ese aspecto tan frágil y etéreo. A pesar del tiempo, a menudo pasado por agua, los dublineses de todas las edades no cejan en su empeño de usar la bicicleta, símbolo del ambiente provinciano e inocente que aún se respira y que se puede comprobar tan pronto como llega el verano.
Es entonces cuando Dublín alcanza su clímax: la gente se echa a la calle y, sin rubor, se planta en biquini y a la puerta de sus casas para, a manera de agradecimiento, ponerse lo más morenos —en su caso, enrojecidos— que puedan.

Catedral Christ Church de Dublin

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