Un paseo en góndola en la ciudad de Venecia - Italia

Vista aérea de la ciudad de Venecia en Italia


Como lo primero que haces es comprarte un mapa, lo primero que ves es una red azul que descuartiza la ciudad en secciones anaranjadas. Entonces, tienes que decidir si vas a la izquierda o la derecha. No importa. Siempre vas a dar al mismo lugar. Una callejuela tan estrecha como las demás, como un desfiladero, como el pasillo de una casa desconchada y antigua, curvada. Luego, un diminuto puente en el que mirar hacia los dos lados, a las aguas que tejen y destejen de jade líquido el reflejo de las casas que tienen tres alturas, ventanas largas, fachadas de mármol o color tierra y tejadillos que nunca se alcanzan a ver porque has vuelto a otra callejuela, en la que una cámara fotográfica se estanca en el divagar de la vista, o una tienda de baratijas y cristal de Murano sustituye a un abigarrado escaparate de máscaras.
Comercio tras comercio y turista tras turista, Venecia se convierte en una máscara de sí misma. En una ciudad sitiada por su belleza. La fiesta de los disfraces, compras incluidas, es otro flash para los visitantes, pero no el único. A los increíbles encantos de la ciudad acuden los mejores cineastas —para el Festival de cine—, los más importantes artistas plásticos —para la Bienal de arte—, y el resto del mundo.

Venecia - Italia


No es para menos. Lo de la decadencia también se lo dejamos a sus trescientos mil habitantes, que es de lo que viven: del extranjero, del turista. Resignados y satisfechos con las ganancias que generan diez millones de visitantes anuales, no están interesados en construir una ciudad para el futuro. Por el momento tienen que conformarse con no tener clubes en los que bailar, beber, o ligar. Para esto tienen que irse a Mestre, a 10 kilómetros. Lo poco que hay en Venecia se cierra pronto y el silencio se convierte en un atractivo añadido. En invierno, además, la bruma lo borra todo. Pero en verano cualquier molestia se suple con una mirada alrededor: el primer e impresionante pórtico de una iglesia o una plazuela solitaria, suelen tranquilizar.

Basílica de San Marcos en Venecia


Tras horas de caminar sin sentido —el mapa adquirido no sirve de nada—, siempre se puede acabar en la zona judía, o escuchar misa en la Basílica de San Marco. También se puede ir al Cementerio, la isla más cercana, o a otras islas como Murano, Burano o Torcello y ver cómo Venecia se convierte a lo lejos en una mancha rota. Venecia, vista así, sigue siendo bellísima, pero lo mejor es volver y perderse de nuevo en sus entrañas.

Y que mejor lugar para visitarlo en pareja y dedicar todas esas frases bonitas que en otras circunstancias tienen mucha menos fuerza.

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